Jamás olvidare el día de mi viaje a Puerto Rico. Mi familia decidió dejar el apartamento de Brooklyn, New York y nos mudábamos para vivir en Puerto Rico. Estuvimos más de un mes empacando, cada vez que intentaba echar algo que para mí era importante, mi mamá me decía eso allá no hace falta. Pero ¿Por qué? Y mi madre respondía, vamos para Puerto Rico.
La noche antes casi no dormí llevaban hablando mucho de Puerto Rico y no tenía idea que iba a encontrar. Pensaba que era un edificio alto y blanco como un rascacielos, pero no tendría ventanas, porque tuve que dejar mis abrigos y bufandas. Siempre decían ya se acabo el frio y ahora a coger calor. Nos levantamos temprano y mi mamá nos había preparado la ropa para viajar y como siempre nos vestían iguales, al ver el de mi hermana ya sabía que me iba a poner lo mismo, pero en menor tamaño. Mi hermano era el más pequeño y algo travieso así que desde que se levanto le daban muchas instrucciones. Joey mantente cerca, no te vayas a perder.
Desayunamos algo muy rápido, llego mi tío que nos iba a llevar al aeropuerto y luego llego el camión de la mudanza. De momento empiezan a desarmar camas y a empacar todo lo que había en cajas. En poco tiempo todo estaba rotulado hacia Puerto Rico. Mis padres empezaron a cargar maletas y bultos, apenas cabían en el baúl. Yo observaba aquel edificio de ladrillos que nunca volvería a ver, aunque algo desgastado guardaba muchos recuerdos familiares y experiencias de mi niñez.
Llegamos al aeropuerto y allí encontramos a mis abuelos paternos, a mi tía y a su esposo que también viajaron hacia Puerto Rico. Dije en voz alta, por lo menos voy a tener familia, mi mamá algo molesta dijo: deja que conozcas a tus primos que son un centenar, a tus tíos que son más de veinte y a tu abuela. Allí nunca estarás sola. Nuestra familia es tan grande que cuando se reúnen, veras que no tendrás ni espacio para caminar.
Era el primer recuerdo que tenía de viajar en avión. Como siempre los tres queríamos viajar en la ventanilla, mi mamá se sentó y junto a ella mi hermanito. En la otra fila me senté con mi tía que de vez en cuando me dejaba ver por la ventanilla. Por mucho rato solo había nubes, luego empezamos a ver el mar con unas islitas y mi veloz imaginación pensó o no, voy a vivir en una selva. Por eso el calor y los mosquitos. Pero, ¿por qué cambiamos y dejamos nuestra escuela, mis amigas y todo lo que conocía por una selva de no sé qué insectos?
Entonces recuerdo el avión aterrizando y esa inmensa algarabía de aplausos, gritos y sonrisas. Mis padres se veían felices al igual que mis tíos y los abuelos. Todavía había que mantener el cinturón puesto hasta que la azafata avisara. Luego que salimos del avión recogimos el equipaje. Mi papá y mi tío nos dejaron con el equipaje y fueron hacer arreglos de transportación.
Comimos algo y nos dieron permiso de tomar agua. Mi tía nos dice: ¿Quién llegara primero? Los tres corrimos hacia la fuente cuando llegue, mi hermano Joey me tocaba para que mirara hacia atrás. Lo que vi fue un charco de sangre mi hermana tirada en el suelo, toda su cara manchada. Mi madre y mi tía comenzaron a echarle agua de la fuente. Fue cuando mi cuerpo empezó a reaccionar, solo tenía el labio hinchado dijo mi madre. Cuando Joey recoge de entre la sangre un pedazo de diente, mi hermana que había llorado gritaba intensamente y trataba de soltarse para atacarme. No se imaginan estos momentos que quizás no eran gratos pero no fue lo peor.
Cuando mi padre regreso, imagínense como se lo contaron. Hasta mis abuelos y mi tía decían que yo la había empujado, mi hermana decía que le había metido el pie, pero mi hermano siempre dijo que ella se cayó sola porque yo llegue primero. Así comenzó nuestro viaje hacia el suroeste. Al inicio no había tanta naturaleza, muchos edificios a menor escala que los de Nueva York, se observaban pero no comparaban con lo que yo había visto.
A pesar de que nuestro viaje de San Juan a Lajas fluyo con bastante tranquilidad no podía evitar pensar en mi hermana tirada en el suelo. Durante la mayoría del viaje ella durmió y no me enseño su labio pero cuando llegamos era casi de noche. Esa noche fuimos a dormir en casa de una de mis tías maternas. La conocí por primera vez al igual que tres primas y un primo.
Durante ese verano conocí a más de 20 tíos y muchos primos, ya que cada tío tenía entre tres y seis hijos. Para mi desgracia el labio roto y el diente partido era el tema de conversación. Todavía cargo la culpa del diente partido porque eso significo que mi hermana se sometiera a varios dentistas. Al inicio le añadían un pedazo y parecía que no le había pasado nada, pero luego se le caía. Cuando entro a la escuela intermedia ese pedazo se le cayó y empezó mi tortura sus amigas pensaban que yo lo hice a propósito. Luego se lo arreglaron varias veces más, pero siempre para ella yo fui la causa de sus problemas.
La noche antes casi no dormí llevaban hablando mucho de Puerto Rico y no tenía idea que iba a encontrar. Pensaba que era un edificio alto y blanco como un rascacielos, pero no tendría ventanas, porque tuve que dejar mis abrigos y bufandas. Siempre decían ya se acabo el frio y ahora a coger calor. Nos levantamos temprano y mi mamá nos había preparado la ropa para viajar y como siempre nos vestían iguales, al ver el de mi hermana ya sabía que me iba a poner lo mismo, pero en menor tamaño. Mi hermano era el más pequeño y algo travieso así que desde que se levanto le daban muchas instrucciones. Joey mantente cerca, no te vayas a perder.
Desayunamos algo muy rápido, llego mi tío que nos iba a llevar al aeropuerto y luego llego el camión de la mudanza. De momento empiezan a desarmar camas y a empacar todo lo que había en cajas. En poco tiempo todo estaba rotulado hacia Puerto Rico. Mis padres empezaron a cargar maletas y bultos, apenas cabían en el baúl. Yo observaba aquel edificio de ladrillos que nunca volvería a ver, aunque algo desgastado guardaba muchos recuerdos familiares y experiencias de mi niñez.
Llegamos al aeropuerto y allí encontramos a mis abuelos paternos, a mi tía y a su esposo que también viajaron hacia Puerto Rico. Dije en voz alta, por lo menos voy a tener familia, mi mamá algo molesta dijo: deja que conozcas a tus primos que son un centenar, a tus tíos que son más de veinte y a tu abuela. Allí nunca estarás sola. Nuestra familia es tan grande que cuando se reúnen, veras que no tendrás ni espacio para caminar.
Era el primer recuerdo que tenía de viajar en avión. Como siempre los tres queríamos viajar en la ventanilla, mi mamá se sentó y junto a ella mi hermanito. En la otra fila me senté con mi tía que de vez en cuando me dejaba ver por la ventanilla. Por mucho rato solo había nubes, luego empezamos a ver el mar con unas islitas y mi veloz imaginación pensó o no, voy a vivir en una selva. Por eso el calor y los mosquitos. Pero, ¿por qué cambiamos y dejamos nuestra escuela, mis amigas y todo lo que conocía por una selva de no sé qué insectos?
Entonces recuerdo el avión aterrizando y esa inmensa algarabía de aplausos, gritos y sonrisas. Mis padres se veían felices al igual que mis tíos y los abuelos. Todavía había que mantener el cinturón puesto hasta que la azafata avisara. Luego que salimos del avión recogimos el equipaje. Mi papá y mi tío nos dejaron con el equipaje y fueron hacer arreglos de transportación.
Comimos algo y nos dieron permiso de tomar agua. Mi tía nos dice: ¿Quién llegara primero? Los tres corrimos hacia la fuente cuando llegue, mi hermano Joey me tocaba para que mirara hacia atrás. Lo que vi fue un charco de sangre mi hermana tirada en el suelo, toda su cara manchada. Mi madre y mi tía comenzaron a echarle agua de la fuente. Fue cuando mi cuerpo empezó a reaccionar, solo tenía el labio hinchado dijo mi madre. Cuando Joey recoge de entre la sangre un pedazo de diente, mi hermana que había llorado gritaba intensamente y trataba de soltarse para atacarme. No se imaginan estos momentos que quizás no eran gratos pero no fue lo peor.
Cuando mi padre regreso, imagínense como se lo contaron. Hasta mis abuelos y mi tía decían que yo la había empujado, mi hermana decía que le había metido el pie, pero mi hermano siempre dijo que ella se cayó sola porque yo llegue primero. Así comenzó nuestro viaje hacia el suroeste. Al inicio no había tanta naturaleza, muchos edificios a menor escala que los de Nueva York, se observaban pero no comparaban con lo que yo había visto.
A pesar de que nuestro viaje de San Juan a Lajas fluyo con bastante tranquilidad no podía evitar pensar en mi hermana tirada en el suelo. Durante la mayoría del viaje ella durmió y no me enseño su labio pero cuando llegamos era casi de noche. Esa noche fuimos a dormir en casa de una de mis tías maternas. La conocí por primera vez al igual que tres primas y un primo.
Durante ese verano conocí a más de 20 tíos y muchos primos, ya que cada tío tenía entre tres y seis hijos. Para mi desgracia el labio roto y el diente partido era el tema de conversación. Todavía cargo la culpa del diente partido porque eso significo que mi hermana se sometiera a varios dentistas. Al inicio le añadían un pedazo y parecía que no le había pasado nada, pero luego se le caía. Cuando entro a la escuela intermedia ese pedazo se le cayó y empezó mi tortura sus amigas pensaban que yo lo hice a propósito. Luego se lo arreglaron varias veces más, pero siempre para ella yo fui la causa de sus problemas.